En esta ocasión, tuvimos la oportunidad de hablar con Andrea Parodi, Licenciada en Educación Inicial, Diplomada en Educación, Infancia y pedagogía, también columnista del Diario Perfil y co-autora del libro «Sala de 5 años – Itinerarios para aplicar y recrear».
La pandemia aceleró los tiempos de virtualidad dejando en evidencia el desarrollo de nuevas identidades en las infancias y cómo fueron cambiando las metodologías de enseñanza con la llegada de las clases virtuales.
¿Cuáles son los nuevos espacios que ocupan los niños, niñas y adolescentes en las escuelas? ¿De qué manera lograron integrarse los docentes y los padres? Todo eso nos explicó Andrea.
“Antes hablábamos del niño y del alumno, y hoy, hablamos de infancias y el rol del infante dentro de la sociedad. El papel de los medios de comunicación es clave porque construyen las representaciones sobre las infancias y las adolescencias.
Hay tantas infancias como tantos niños hay y esas infancias están realizadas desde diferentes lugares.”
¿Qué representa hoy en día la escuela más allá de la educación?
“Yo reivindico el lugar de la escuela y me parece un lugar insustituible, y para eso, los docentes deben estar preparados para que sus alumnos puedan hacer transferencia de lo aprendido. Si nosotros no rompemos las fronteras de la escuela nos quedamos como dice Focault ‘en una situación de encierro, de aislamiento y de cárceles’ que es lo que justamente no deben ser las escuelas. Por eso, es importante que la sociedad “ingrese” a las escuelas que no es lo mismo que invadirlas.
Esto fue más o menos lo que nos ocurrió en la pandemia, para que las familias tengan voz y voto dentro de las escuelas.”
¿Y de qué manera considerás que se puede lograr eso?
“En mi opinión, mediante los vínculos y los afectos porque una buena comunicación con las familias enaltece el rol del docente, y de esta manera, entienden que la escuela no es un lugar de depósito de los niños. Yo por ejemplo les propuse a las maestras enviar un cronograma semanal del contenido con los temas a desarrollar para que las familiar supieran qué es lo que queremos lograr, lo que queremos que el niño aprenda, y por último, qué es lo que ese niño puede transferir. Cuando los padres logran entender la labor del docente, lo toman como aliado, y eso permite trabajar en equipo, con lo cual, el resultado será mucho mejor.”
¿Y de qué manera se traslada a las primeras infancias?
“Hay una mirada reduccionista con el nivel inicial porque se cree que el niño va a jugar, yo retruco y digo: es el medio por el cual ese niño aprende.
Con la virtualidad se revalorizó el lugar del docente cuando empezaron a convocar a las familias mediante las actividades de rutina. La rutina le da un orden a la vida del niño, por ejemplo algunas veces jugábamos al “Veo, veo” con figuras geométricas dentro de la casa. También los incentivábamos a compartir una merienda, amasar galletitas entre todos y les pedíamos que compartieran algo con las familias como regar las plantas, lavar las frutas, ordenar sus juguetes y colaborar con las actividades hogareñas. Y aquellas que eran más estáticas como recortar, pegar o pintar les decíamos que las hicieran en el momento que quisieran y se encontraran solos.
“En la pandemia hicimos una bitácora donde tenían que desarrollar cuál era la actividad que les tocaba dentro de la familia donde ellos entendían que, así como los papás eran convocados a cierto día y horario a una reunión con la seño ellos tenían que participar de los deberes. Y este es un modo de trascender las fronteras de la escuela. ”
¿Y qué ocurre con el trabajo emocional?
“Los niños ponen en acción lo que no pueden poner en palabras, por eso, creamos proyectos de filosofía y mindfulness porque muchos de ellos tuvieron ciertos retrocesos durante la pandemia: algunos no controlaban esfínteres, otros no querían comer o jugar, etc.. Trabajamos valores, los convocamos a escribirles cartas a sus amigos y la maestra hacía videollamadas individuales para ver cómo se sentían los alumnos. Además, les leíamos cuentos donde cada uno elegía el espacio de la casa que quisiera y cómo quisiera estar: acostado, sentado o arrodillado. Luego, hacíamos una puesta en común sobre el tema trabajado. También desarrollamos otras actividades como ponerle colores a las emociones, ¿qué color le pondrías al enojo, por ejemplo? o ¿cuáles fueron las actividades que más disfrutaron hoy en casa?”
Estas son diferentes herramientas que se pueden implementar, incluso, por fuera de lo digital. Entender que así como las infancias fueron cambiando a lo largo de los años, las metodologías de enseñanza y los temas de agenda también fueron variando.
Hoy en día es imposible pensar a la escuela únicamente como un lugar desarrollo educativo, sino que, involucra otras áreas.
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