Más de una generación de docentes creció con sus historias, con sus poemas, con sus libros-legado. Hoy, en esta víspera de Halloween, y mientras las historias de terror aparecen como favoritas, en Maped Docentes nos aferramos sin temor y con orgullo a esos Doce cuentos para caerse de miedo que forman parte de ¡Socorro!: el gran libro que la gran Elsa Bornemann escribió a fines de los 80 y que ya es clásico entre los clásicos favoritos de muchas maestras y maestros que alguna vez vivieron -y disfrutaron- su infancia lectora.
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¿Quién no recuerda, aún de grande, el miedo del cuento Manos? Quién no sintió, más de una vez, el frío en los huesos de ese relato que el “tío Tomás” relataba “montones de veces” a su sobrina súper curiosa y a escondidas de una mamá temerosa.
Manos empieza con el recuerdo de una sobrina que alguna vez fue chica y a la que le encantaban las historias compartidas con su tío. A Elsa siempre le gustaba mostrar que sus historias estaban escritas para ser compartidas, y que los años de la infancia eran ideales para empezar a maravillarse.
Ella creía en las maravillas. Y supo compartirlas: fue maestra, se llenó de diplomas, aprendió más de cinco idiomas, fue profesora, doctora en Letras; fue formadora de maestras y maestros en la Argentina y en otros países del mundo. Enseñó en todos los niveles, creó personajes e historias inolvidables, fue reconocida por autores de todo el mundo, recibió los premios más valiosos para escritores por sus libros y también por su trayectoria.
Creía en las maravillas y las generaba: en tiempos muy muy lejanos de las redes, Elsa enviaba y recibía correspondencia de sus lectores más jóvenes. Ponía su dirección en las últimas páginas de sus libros y la ofrecía como regalo para agradecer esa amistad lectora. Recibía las cartas y las respondía, escritas medio a máquina, medio a mano. Llenísimas de ternura y amor.
También creía en las escuelas: solía visitarlas, viajaba kilómetros para encontrarlas, aceptaba invitaciones y regalos y daba, a cambio de cada gesto, miles de sonrisas y palabras sanas.
¡Socorro! llegó a su máquina de escribir como un desafío. En 1988 la editorial REI le propuso que escribiera un libro de cuentos de terror para sus lectores y Elsa aceptó el juego y regaló no uno sino doce relatos de un género que en esos años no tenía referentes en la Argentina.
Inventó un prólogo de Frankestein, lo presumió desde la tapa. Eligió una tipografía temerosa, lo armó con doce historias imperdibles y generó un revuelo que no solo llegó a sus lectores: también captó a miles y miles de nuevos seguidores (muchos de ellos primerizos en la lectura juvenil) y generó un impacto que impuso el insólito debate mediático con especialistas opinando sobre si estaba bien que los chicos tuvieran acceso a este tipo de lecturas macabras y siniestras.
El resto ya es historia conocida: ¡Socorro! creó lectores. Superó más de 20 ediciones en REI y hoy sigue firme como favorito en las librerías, bibliotecas y escuelas.
Elsa creía en los puentes. Escribió un hermoso poema sobre ellos. También, como marcamos al principio, creía en que su literatura debía compartirse. Quizás por eso ya en los primeros párrafos de Manos eligió contar la historia que una sobrina y su tío solían compartir.
El cuento es terrorífico. Más de un adulto aún lo recuerda con detalles. Pero el principio es igual de maravilloso:
“Montones de veces —y a mi pedido— mi inolvidable tío Tomás me contó esta historia «de miedo» cuando yo era chica y lo acompañaba a pescar ciertas noches de verano.
Me aseguraba que había sucedido en un pueblo de la provincia de Buenos Aires. En Pergamino o Junín o Santa Lucía… No recuerdo con exactitud este dato ni la fecha cuando ocurrió tal acontecimiento y —lamentablemente— hace años que él ya no está para aclararme las dudas. Lo que sí recuerdo es que —de entre todos los que el tío solía narrarme mientras sostenía la caña sobre el río y yo me echaba a su lado, cara a las estrellas— este relato era uno de mis preferidos”.
Hoy, en mucho más de una generación de lectores ocurre esa misma magia. No importa tanto cuándo ni dónde leyeron sus cuentos, siempre será ese recuerdo favorito, ese relato fantástico que a Elsa le gustaba contarnos como si estuviéramos echados a su lado, de cara a las estrellas.
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Hoy Manos sigue siendo una de las historias más recordadas de ¡Socorro!, quizás también con Nunca visites Maladony, Los Muyins, o tal vez la que cuenta la sorprendente llegada de “Jarpo” a una escuela de Burgala en Modelo XVZ-91.
En medio de estos días de juegos con fantasmas, calaveras y de calabazas caladas dentro de las páginas de ¡Socorro! hay grandes historias para contar y compartir.
Contanos si tenés recuerdos de haber leído o compartido estos relatos y qué reconocimiento le dan a Elsa Bornemann en tu escuela. Compartimos lo mejor de enseñar, seamos más.