«La lectura fue la puerta de entrada a la docencia» dice Andrea Martinoli cuentacuentos, que le leía en voz alta a sus muñecos en su infancia. Unos años más tarde vio una función de Ana Padovani y pensó «esto es lo que quiero hacer». Se formó como narradora en la «Biblioteca del Café» con Padovani y luego, con Juana La Rosa. Fue de su mano que en el 2000 narró por primera vez, nada más ni nada menos que en La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires; eso marcó un antes y un después en su vida, dejó la docencia para dedicarse a la narración oral.
Andre sos docente y narradora oral…¿Qué es ser cuentacuentos?
Ser cuentacuentos es poner en palabras una historia que imaginó un otro, que viene rodando de boca en boca desde los tiempos inmemoriales y se la entrega a otro, que está dispuesto a escuchar.
Ser cuentacuentos es invitar a jugar, es hacer un pacto con quien escucha, vos vas a intentar que ese otro levante sus propias imágenes de eso que estás contando, sin otro recurso más que el de la palabra dicha. El narrador te va a contar una mentira y vos le vas a creer, pero en ese pacto te vas a llevar algo único que es la posibilidad de imaginar tus propias montañas, tu propia versión del personaje, que es única porque es tuya y porque solo vos sabés cómo lo imaginás.
¿Dónde narrás?
Narro en ferias del libro, en centros culturales, en librerías, en bibliotecas y desde hace 20 años narró todos los días en un colegio que tiene muchas sedes. Entró a las aulas y narró un cuento, por lo general, termino de narrar y me voy. Esto lo hago desde nivel inicial hasta nivel secundario. Alguna vez podemos tener una instancia de reflexión, pero la mayoría de las veces no y me gusta que sea así porque tengo la certeza que hay un niño o un joven que escuchó el cuento y algo en él se despertó, algo descubrió, un corazón tocó sin necesidad de decir más.
Esto me recuerda a algo que menciona Graciela Montes ella dice que los primeros vínculos que tenemos con las palabras en nuestra infancia siempre son pasionales… pensaba cuántos niños habrán escuchado por primera vez algunas palabras de tu boca y las recordarán siempre con tu voz.
Es muy fuerte, muy hermoso, pero yo creo que es importante la palabra dicha no solo en la primera infancia sino en todos los niveles, creo que es importante en los tiempos que corren hacer una pausa, mirarte y decirte algo.
Graciela Montes también habla de la «textoteca» esas palabras que te forman como persona, que se va armando con los arrullos, las nanas, los cuentos, las canciones, con todo lo que escuchamos de niños… que forman nuestra subjetividad y están con nosotros y se quedan para siempre, son esos espacios que luego funcionan como refugios a los que uno puede volver.
Nosotros tenemos que lograr nutrir las «textoteca» de nuestros hijos, alumnos, de los niños que nos rodean para que ellos también tengan lugares seguros, para que ellos puedan contar qué les pasa, comprender el mundo y también para que nuestro paso por la vida de los demás no sea gratuito.
¿Qué intuís que hace falta para que la narración oral esté presente en todos los niveles? Porque pareciera ser que en inicial es posible, pero en la primaria se vuelve más difícil y en secundario es casi impensado …
En mi recorrido por las escuelas observé que la lectura en voz alta se termina en tercer grado, creo que esto se debe a que a la literatura siempre se le pide más, se le pide que sea la puerta de entrada para trabajar un tema determinado, por ejemplo, los diptongos, se le pide que sea funcional a un contenido. A cualquiera le resultaría absurdo pedirle a la docente de arte que elija un artista para enseñar el amarillo, pero con la lectura esto sucede todo el tiempo.
Y así se pierde la posibilidad de leer por leer, de leer para sentir placer, pero también para sentir incomodidad, para quedarse pensando…
«Los relatos suponen una forma de construir comunidad» dice Maria Teresa Andruetto, en este sentido, ¿cuál es la «función» de la narración oral?
La narración oral es tan efímera es tan ese ojo a ojo, ese espacio que existe en ese momento, en ese pacto que se construye solo en ese instante pero que continúa en cada uno de los que participaron escuchando. No tengo dudas que, aunque sea uno de esos oyentes, va a compartir con otro -que no participó de ese espacio- ese relato que escuchó. Que un chico llegará a su casa y le contará a su abuela ese cuento que escuchó, con sus palabras y a su modo.
Es un patrimonio que pasa de boca en boca para siempre y forma parte de la identidad de un pueblo. Por eso, se tiene que multiplicar, por eso, para mi es tan importante que las escuelas le den lugar y valor a algo tan «simple» como escuchar un cuento. Porque cuando uno cuenta un cuento no sabés qué es lo que va a pasar, es como dice Gianni Rodari en su libro Gramática de la fantasía: un cuento es una piedra que uno tira en el estanque, cuando cae dibuja un círculo en el agua, y en ese movimiento mueve hojas, ramitas, toca cosas que la piedra por sí sola no podría tocar. Con un cuento es lo mismo, nunca sabés que puerta puede tocar y es maravilloso.
Para cerrar, ¿qué consejos te gustaría darles a las docentes que quieren comenzar a narrar en el aula?
Consejos en sí no daría, pero sí me gustaría que consideren tres cosas. En primer lugar, las invito a que recuerden porque eligieron la docencia como vocación para que recuerden esa motivación. En segundo lugar, que antes de contar un cuento o comenzar la clase no pierdan la oportunidad de respirar hondo y mirar las manos de los niños, esas manos pequeñas, frágiles que van a recibir todo lo que van a decirles. Y en último lugar, que lean mucho, pero mucho (en serio), que lean hasta enamorarse de la lectura, hasta encontrar un libro que les parta el corazón porque es recién ahí cuando tengan el corazón partido, que van a poder apropiarse de ese texto, pararse frente a los alumnos y empezar a contar.
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Andrea Martinoli es mamá, docente y cuentacuentos. Hace muchos años se dedica a la mediación lectora contando cuentos en colegios, bibliotecas, librerías, ferias del libro y centros culturales, pero también siendo curadora de textos para distintos planes lectores y creando espacios que acerquen a los niños con los libros.
Tuvo maestras que dejaron inmensas huellas en ella, como Ana Padovani y Juana La Rosa, e intenta seguir formándose para compartir lo descubierto.
Pueden conocer más de ella y disfrutar de su trabajo siguiendo su cuenta de Instagram @Andreacuentacuentos