ENCUENTRO. ¿Se puede pensar otra escuela? ¿Es necesario cambiar el sistema educativo? La inquietud, que aparece como un tema actual entre docentes, directivos, profesionales de la salud y otros ámbitos cercanos a la Educación y, sobre todo, entre las familias, guió un largo debate durante el encuentro que Laura Gutman y Cristina Romero Miralles, junto a Magdalena Fleitas, convocaron para hablar de educación consciente y para proponer cómo construir una “escuela feliz para niños felices”.
Para ellas sí es posible “pensar otra escuela” y desde esa convicción todo el auditorio debatió sobre las opciones dentro y fuera del sistema educativo.
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El evento fue acompañado por Maped, propuso una agenda de reflexión para el feriado del 1 de mayo y tuvo una convocatoria que reunió a docentes, madres, padres y profesionales de todo el país. Frente a ellos, y con ellos, Gutman aseguró que es necesario “tener la valentía de cambiar a favor de las próximas generaciones” y fue directa en la responsabilidad de quienes forman parte de la educación de chicos y chicas. “A todos nos falta muchísima conciencia, no es lo mismo tener buena intención que tener conciencia”, aseguró.
Con humor, Gutman también repasó anécdotas sobre la adaptación de los niños más chicos y sobre los lugares comunes frente a problemas comunes, un momento en el que también se sumaron voces de asistentes, con sus propias historias y relatos. Hubo consultas y vivencias de docentes de Azul, Garín, Gualeguaychú, Capital Federal, Lanús y Martínez, entre muchos otros puntos del país. Hubo risas, anécdotas emotivas y varios puntos de encuentro sobre en qué falla y qué necesita el sistema educativo en el país.
Escuelas libres, escuelas alternativas
En otro pasaje, ya con firmeza -y con su mirada sobre la infancia- Gutman también cuestionó la escolaridad precoz, advirtió que los niños pequeños “necesitan jugar” y alertó sobre el rol de los padres ausentes y también sobre “la epidemia de medicación” que pone en riesgo la salud de los chicos más chicos, «mal diagnosticados por problemas de conducta». Y después de otro tramo de experiencias y dudas, también describió cuál, para ella, es la responsabilidad de los educadores: “Cada uno de nosotros tiene algo para hacer, hay que crear sinergias, unir”, recomendó.
Con esa premisa, Cristina Romero se sumó al escenario y contó cómo es su experiencia cotidiana en escuelas libres de Barcelona y detalló por qué esa propuesta es, para ella, una opción válida para educar a sus hijos. «Me parece muy importante que nosotros los maestros podamos pensarnos y pedir recursos para transitar de otra manera«, comentó.
Y siguió: «Hay muchas cosas que podemos tomar de las escuelas libres y aplicarlas en las escuelas tradicionales. La manera de proceder día a día, el tipo de objetivo, que el programa curricular no esté ahí para atormentarnos ni a nosotros ni a los niños, sino que podamos apartarnos para ver lo realmente importante y valioso, ver el trabajo con las familias, acompañarlos de otra manera. Hay tanto para hacer desde cada realidad, seguro puede hacerse muchísimo».
Otra forma posible de vivir el aprendizaje
La presentación del caso abrió el debate entre el público. Las escuelas libres son proyectos educativos pensados como alternativas a la escuela tradicional, son espacios abiertos a las familias, donde adultos y niños pueden convivir sin jerarquías ni autoridades pero con normas que regulan la convivencia. En estas escuelas los chicos no siguen un programa, sino que se les da el tiempo que necesitan para sus actividades y se los incentiva a buscar respuestas y encontrar lo que más lo motive.
El caso ejemplo fue el de la escuela Liberi, “primaria, activa y libre” en Barcelona, España, donde Romero es consejera, pero también hubo intercambios sobre otras experiencias como las escuelas Montessori – donde el maestro es mediador del aprendizaje y los alumnos son contenidos en un proyecto que practica la tolerancia, el respeto por el otro, el autocontrol y la autodisciplina- y otras iniciativas similares que coinciden en la búsqueda de una nueva estrategia de razonamiento e inclusión.
Ese debate fue enriquecido con las experiencias de varios representantes de proyectos de escuelas alternativas y escuelas libres que se llevan adelante en el país. Y contó, por ejemplo, con el testimonio de los referentes de Tierra Fértil, un grupo de familias que desde 2013 sostiene de manera autogestiva “un espacio de aprendizaje y juego en libertad para niñas y niños desde los 6 años” en su espacio en Martínez. Para ellos, “vivir jugando y vivir aprendiendo” son sinónimos, y el proyecto que proponen es “otra forma posible de vivir el aprendizaje”.
En Argentina existen una decena de estas iniciativas que también se replican en América Latina y que, con mucha presencia, también crecen en España.
Magdalena Fleitas: “Propongo cambiar la palabra rutina por rituales”
En sintonía con la consigna del encuentro, Magdalena Fleitas sumó música, melodías, ternura y consejos durante el tramo en el que tomó el escenario con guitarra y voz. Compartió juegos y consignas, habló de la pedagogía Risas de la Tierra (el jardín de infantes que ahora también sumó un espacio de formación para docentes) y compartió claves para llevar a las aulas. “Los chicos de Primaria no son distintos a los de Jardín, muchas veces los grandes dejamos de incluir la naturaleza de los chicos -todo lo que tiene que ver con el juego, con la exploración, con la curiosidad-, pero si queremos que sucedan cosas diferentes en el mundo tenemos que cambiar lo que sucede en la escuela”.
Antes del cierre de su presentación también contó anécdotas, pidió abrir las opciones del cancionero escolar con melodías que acompañen la vida cotidiana, sus tristezas, sus alegrías, y volver a disfrutar:
“Crear rituales es una de las propuestas. Hay un ritual de bienvenida que hacemos todos los días al comienzo de cada jornada, en ronda, con los chicos, y en el que cantamos una canción. Les propongo cambiar la palabra rutina por rituales, es cierto que a veces necesitamos organizar las experiencias, pero decir rituales tiene otra dimensión donde aparece el juego, aparece la magia, está vivo, es creativo, lo podemos transformar y vuelve a convocar este conocimiento de la tribu. Así cantamos canciones que vienen de África o cantamos otras que fueron compuestas por nosotros mismos. No es necesario ser músico para musicalizar, sino compartir nuestra voz en la voz colectiva”, concluyó.
En el cierre de la tarde todo el auditorio fue al encuentro de esas consignas y de la música para las horas de clase, risas y juegos.