Ana Crapis es la creadora de «Vuela Corchea», un taller de música para la infancia que busca transformar la forma en que los niños se acercan al arte. Con una profunda pasión por la música que se remonta a su niñez, Ana ha desarrollado un enfoque educativo donde la música es más que un aprendizaje técnico; es una experiencia integral que fomenta la creatividad, la expresión emocional y el desarrollo cognitivo de los más pequeños.
En su relato, nos cuenta que la música ha sido una parte esencial de su vida desde pequeña, en gran parte gracias a su madre, quien la introdujo a la música folclórica tocando la guitarra y cantándole desde bebé. Este lazo se fortaleció con sus primeras clases de piano y ballet, así como con las incontables visitas a obras musicales en el Teatro San Martín. Su formación musical formal comenzó en la Escuela de Música N° 2 del Gobierno de la Ciudad, donde estudió una variedad de disciplinas que iban desde lenguaje musical y coro hasta teatro y expresión corporal. Este entorno no solo le enseñó música, sino que también le inculcó valores y forjó amistades que la acompañan hasta hoy.
Con el tiempo, su amor por la música la llevó a buscar maneras de compartir esta pasión con otros. Estudió en el Conservatorio de Música, donde se enfocó en la docencia y la educación musical, pero fue en las aulas donde descubrió el poder transformador de la música en las infancias. A medida que se sumergía más en la enseñanza, comenzó a notar las deficiencias en el enfoque educativo de las instituciones artísticas, especialmente en la tendencia a «academizar» el arte y desconectar la enseñanza de su verdadera esencia expresiva. Esta observación fue un catalizador para que Ana creara «Vuela Corchea,» un espacio donde la música pudiera ser vivida y experimentada de manera más libre y creativa desde edades tempranas.
El taller nació de la necesidad de ofrecer un enfoque educativo que integrara el juego en el aprendizaje musical, permitiendo a los niños expresarse de manera individual. Ana se inspiró en sus sobrinos mellizos, Joaco y Male, con quienes compartía momentos musicales que la motivaron a llevar su idea a la realidad. Comenzó con un pequeño grupo de diez niños en un salón en Caballito, donde se combinaban la música, los cuentos y los títeres para crear una experiencia lúdica y educativa. Con el tiempo, el proyecto creció, expandiéndose a conciertos didácticos, eventos artísticos-pedagógicos y colaboraciones con editoriales, siempre manteniendo la música como eje central.
En «Vuela Corchea,» Ana integra la música en el desarrollo cognitivo, emocional y social de los niños. Utiliza canciones, juegos rítmicos y actividades grupales que se repiten a lo largo del tiempo, permitiendo a los niños apropiarse del aprendizaje y ganar confianza en su expresión. Este enfoque no solo mejora habilidades como la memoria, la atención y el vocabulario, sino que también promueve la cooperación, la empatía y la creatividad. Ana observa que la música tiene un impacto profundo, aunque a veces inconsciente, en diversas áreas del cerebro y el cuerpo, influyendo en el desarrollo integral de los niños. La música también se combina con otras formas de arte, como el teatro y la danza, para crear una experiencia de aprendizaje rica y variada.
Ella ha observado múltiples beneficios en los niños que participan en sus talleres. Además del desarrollo de habilidades lingüísticas y sociales, la música actúa como un catalizador para la expresión y gestión emocional. Ha visto cómo los niños encuentran en la música una forma de expresar y transformar sus emociones, mejorando su autoestima y bienestar general. Este entorno también ha sido especialmente beneficioso para niños con diagnósticos como el autismo, donde la música ha facilitado su integración grupal y su relación con la familia.
Para mantener a los niños motivados, Ana utiliza una combinación de estrategias centradas en la participación activa, la curiosidad y la conexión emocional con el contenido. Promueve un ambiente positivo y atractivo que invita al juego y la exploración, y adapta las actividades a los intereses de los niños, lo que les ayuda a sentirse valorados y comprometidos.
Finalmente, Ana aconseja a otros educadores que deseen incorporar la música en su enseñanza a hacerlo de manera simple y gradual, utilizando canciones o ritmos en las rutinas diarias. Destaca la importancia de conectar la música con el contenido curricular para hacer el aprendizaje más dinámico y efectivo, y anima a los docentes a nutrir su propia relación con la música y el arte para inspirar y enriquecer su práctica educativa.
¡Gracias Ana por compartir con Maped Docentes esta hermosa historia!